"Madres y madrastras: un punto de encuentro", con Rocío López de la Chica
Rocío es mamá de dos niños y madrastra de otros dos. Además es la impulsora, junto con su pareja, del proyecto Creada.es, donde acompañan a personas y familias en sus procesos de reinvención y de transformación.
Este proyecto nace de su propia experiencia, en la que tuvo que reinventarse a nivel profesional y también a nivel personal y familiar cuando apareció por primera vez en su vida la sombra del divorcio.
La experiencia que he tenido hablando con Rocío es una de esas que cuesta poner en palabras. Que te enriquecen en un nivel emocional pero después cuesta racionalizarlo para explicarlo a otras personas. Para explicároslo a vosotras.
Ella es madre separada y es madrastra. Y eso ya es mucho de por sí, pero lo que da tanto valor a su testimonio es la manera en que ha atravesado estas experiencias y la manera en que ahora puede hablar de ello.
Cuando nos conocimos me contó que había pasado mucho tiempo queriendo separarse del padre de sus hijos, pero que no se lo había permitido hasta terminar una tesis sobre el cuidado de los hijos durante la separación y que se la calificaran con un sobresaliente en la factultad de psicología (sin ser ella psicóloga).
Ella ahora se ríe de si misma, con la perspectiva de los años y del proceso personal que ha hecho, pero nos dábamos cuenta de que esto tiene que ver con lo difícil que nos es a las mujeres permitirnos hacer lo que deseamos (o lo que necesitamos) cuando eso puede poner en juego las ideas que nuestra cultura promueve sobre lo que es una familia. Y más importante aún: sobre lo que es ser mujer dentro de la familia, de lo que es ser una buena «cuidadora».
Yo le hablaba de mis primeros años como madrastra, y de la crisis tan fuerte que pasé intentando ser la madrastra perfecta y dándome de cabeza contra la pared una y otra vez.
De la angustia tremenda de no lograr hacer o sentir lo que se supone que hay que hacer y sentir, el miedo a quedarte fuera en tu propia familia, el malestar que tienes contigo misma sin poder explicarlo y TODO lo que hacemos para tratar de evitarlo.
Y al mismo tiempo una rabia incontenible contra tu familia por «ponerte en esa situación», por «hacerte sentir fuera» por «exigirte» todo esto sin darte lo que necesitas. Una rabia que, si la tomamos literalmente la vamos a cuestionar al momento (nadie me ha puesto aquí, lo he decidido yo, parezco una niña) pero que es necesario entender desde un nuevo punto de vista para poder recogerla y atenderla.
Mientras Rocío y yo preparábamos nuestro encuentro, nos encontramos pronto haciéndonos conscientes de lo profundas que están esas ideas de lo que es ser mujer en la familia. De cómo las situaciones de transformación familiar (por no hablar de la vida misma) nos impiden cumplir con esas expectativas mientras por otro lado las exigencias culturales siguen igual de vigentes e igual de descomunales, y de alguna forma nuestra sensación de valía sigue dependiendo de su cumplimiento, con lo cual estos procesos van a tener un impacto brutal en nuestra autoestima.
Cuántas madrastras hemos tenido la experiencia de perdernos, de ya no ser nosotras mismas, de perder nuestro humor, nuestra seguridad, nuestra paz. ¡Y no saber ni por qué!
Pues bien, de esto hablamos Rocío y yo en este encuentro. De esos mandatos culturales que no tienen ni palabras porque se dan por sentados, pero que precisamente al no ser nombrados perviven a lo largo de los años en cada una de nuestras relaciones. Y nos causan bloqueos y sufrimientos sin que sepamos (y ahora voy a ser vulgar) de dónde nos vienen las hostias.
¡Un encuentro precioso!
Puedes encontrar a Rocío en Creada.es